Me encuentro en la intersección.
Quien dijo que en Australia no existe el invierno, realmente no ha vivido en Australia. Todas las noches me arropo hasta la coronilla, echada en mi cama; me envuelvo como si fuera un tamal y creo una cueva protectora del frío. Detesto el frío, me coquetea a no hacer nada y fantasear sobre todo lo que no pasó en mi vida, lo que hubiera pasado y lo que potencialmente podría pasar. Soy imaginaria, vivo más de lo necesario ahí, en mi mente. A veces miro al techo por horas, creo una cascada de ideas y una conversación con algún infinito. Le pregunto si todo estará bien, si mis pasos están siendo acertados, si mis decisiones también.
Lo que tiene que hacer uno que se declara artista. Sí, el camino del artista es sagrado, individual y difícil. El camino del artista es difícil. Siendo una escritora emigrada a sus veintitrés años al país más lejano que pudo encontrar puede afirmar que ser artista ha tenido diferentes etapas y ninguna ha sido simple. Desde hace dos meses, tomé una decisión, escribí una promesa, la recité frente al espejo: mis sueños importan más que mis miedos. Me prometí empezar, después de haber empezado tantas veces en el pasado, con todas las lecciones que había integrado. Casi dos años de sabático te cambian. No sé ni cómo describirlo, diría que me estampé con muchos postes en la misma calle, yendo hacia la misma dirección. Giré en esquinas que no me tocaba girar, me precipité a mi destino, me caí de rodillas, me raspé, sangré, me ahogué en las profundidades del océano y encontré oro. De una u otra forma, floté hasta una orilla distinta y, a duras penas, confié. Mi fe en la vida estuvo colgando de un hilo, y en ese hilo vivían mis sueños, vivía mi escritura, vivía mis ganas de emprender y dejar de trabajar en un restaurante, vivían las ideas y los proyectos olvidados, vivían mis ganas de explorarme a través del arte. Mi norte siempre fue ese: mi ser creativo. Las tormentas, por épocas y temporadas, me impedían verlo con claridad. Como lo escribo siempre, me tuve que desconocer para conocerme otra vez.
Cuando digo casi dos años de sabático me refiero a que aún no terminan, sigo aquí, sigo en Australia trabajando en un restaurante, en una tienda de ropa y emprendiendo. La diferencia es que hace dos meses decidí qué aspectos de mi vida realmente iban a tomar más prioridad que las demás. Hay que priorizar, ese consejo lo doy tanto para ti como para mí. Todo aquello que tiene tu atención, crece. Por ende, la ecuación es muy lógica. Si trabajo veinte horas en el restaurante y veinte horas en la tienda, termino trabajando cuarenta horas en ambientes que me drenan, no se alinean con mi futuro ni mis sueños. Este ha sido mi pensamiento los últimos dos meses. ¿Cómo realmente crecer como artista si no tengo el tiempo ni la energía para hacerlo? Si, después de haber tomado una decisión interna, no le estoy dedicando mi tiempo consciente a lo que realmente le importa a mi espíritu. ¿Cómo puedo esperar a que la vida de artista se sienta como mi vida principal? A veces siento que llevo una doble vida, difícil de explicar acá, y cada vez que lo intento, las personas terminan mirándome con confusión y preguntas en las cejas. Australia no es el país para emprender como artista siendo migrante. Al menos no para mí.
Aquí viene la gran pregunta: ¿Por qué no te enfocas en tu arte a tiempo completo? Y las personas que se dedican a su arte y proyectos creativos podrán identificarse cuando hablamos de la famosa estabilidad financiera. Si existe algo que Australia me ha dado es experiencias y dinero, lo cual aprecio. Australia significó el primer paso real a mi independencia, a mi capacidad de ahorro, aprender a sostener cantidades nuevas para mí. Australia significó crecer y jugar a ser adulta, a hacer trámites sola y lejos, a defenderme en la vida. Australia es parte de mi proceso de crecimiento, una etapa tan necesaria de exploración de mi misma en ambientes totalmente nuevos. Me he mudado más de cuatro veces en este último año y medio, me he presentado un centenar de veces a trabajos retadores e incómodos, me he estirado a nuevos niveles de confianza, me enamoré por primera vez a mis veinticuatro años, me rompieron el corazón por primera vez a mis veinticuatro años. Por supuesto que son experiencias que solo pude haber vivido aquí, en este tiempo y espacio, y que abren canales nuevos dentro de mi ser con el potencial de ser explorados y convertidos en una posible obra de arte.
Hay un punto en la vida de toda persona donde tiene que saltar o quedarse en el mismo lugar. Ahí justamente estoy, mirando al abismo desde mi cama, imaginándome que me espera un campo de flores al final, aunque a veces el miedo inventa una cueva con esos monstruos de tres cabezas de Harry Potter. Saltar significa vencer miedos. Salta es la palabra que la voz en mi cabeza repite más veces en el día. ¿Todo estará bien? es la pregunta que le hago a Dios todas las noches, y como un niña en busca de consuelo y fe, me abrazo y me respondo sola que sí. Estoy aprendiendo que cuando tenemos una intuición tan acentuada, solo nos queda hacerle caso. ¿En qué nos ayudamos ignorando al espíritu cuando sabemos que, en el fondo, es al miedo a quien le estamos haciendo caso? Me pregunto: ¿quieres tener miedo o quieres cumplir sueños? Esa será la pregunta de toda mi vida. Un sueño jamás se va a construir en el mismo terreno que el miedo. Hay que dejar ir uno para llegar al otro. Pero realmente dejarlo ir.
¿Asusta? Tanto.
Y asusta más saltar sola, lejos y siendo migrante, sabiendo que lo único que tienes es a ti misma.
Mi piel se pone de gallina, el corazón me bombea a velocidades nuevas, mi cuello se contractura, veo muchas cosas en mi cabeza; veo un avión, a mi madre, a mi Tata, me veo a mí misma en lágrimas, al mar, me veo en un parque, en una banca, sola. Me veo en paz.
Un salto al vacío es de las acciones que más coraje ha requerido de mí, y a la vez, la petición más deseada de mi espíritu. Quiero creer en mi campo de flores. ¿Qué me quedaría si no? Hoy me recuerdo mi frase favorita de toda la vida: Una y otra vez nos vemos obligados a saltar desde lo alto de precipicios y a inventarnos unas alas mientras caemos. Gracias Kurt Vonnegut. No fue casualidad haberme cruzado con esa frase. Por alguna razón se me quedó grabada en la cabeza hasta el día de hoy. No existen las coincidencias. El camino está meticulosamente trazado para vencer todo aquello que te ata, te limita y te asusta.
Estoy cayendo y ya puedo ver mis flores.
SESIONES 1:1 DE ESCRITURA [JULIO]
Oficialmente, estoy tan feliz de anunciar que SOLO nos queda UN cupo durante todo el mes de JULIO para las sesiones 1:1 de escritura.
¿Qué tan comprometid@ estás con tu proceso creativo de escritura?
¿Qué es lo que quieres trabajar/mejorar HOY?
¿Qué te está costando MÁS hacer?
Todas esas preguntas te ayudarán a darte cuenta si necesitas y deseas un acompañamiento personalizado y TA-DA, para eso están las sesiones: para trabajar en tu mentalidad de escritor@ y enfocarnos en resolver tus problemas en el papel mediante ejercicios de escritura y técnicas de creatividad.
Aquí tienes más información de las sesiones 1:1 de escritura.
RECURSOS CREATIVOS GRATIS
30 consignas literarias para que explores tu mente de escritor y dejes fluir tu creatividad. Se acabaron las excusas para NO escribir.
Mira nuestra última MASTERCLASS: El Arte de Contar un Secreto y aprende a contar historias MÁS tuyas, desarrollar un estilo creativo y propio y dejar de sonar como todo el mundo a la hora de escribir.
Ameee mucho, esto me llevo a tu podcast y
todo lo que compartes 💗👏🏽 gracias por tus palabras, ya venia días dandole vuelta a la palabra “prioridades” y leer esto se sintió como una certeza de dar prioridad a lo que expande mi corazón.
Saltar al vacío termina en un suspiro lleno de coraje y dicha en el corazón 🫶 amé