sobre la relación conmigo misma
idealizar, a veces, encasilla. mi frustración nace por querer salir de esos márgenes.
me he vuelto rígida.
los nervios de mi cuello me lo dicen. parezco mi padre con tanto crack para arriba, crack para el lado.
me gusta escuchar el crack. sé que no tiene nada que ver con los nervios, o tal vez sí, sí, probablemente sí, están en la columna junto con los huesos, ligamentos y todo lo que necesitan las columnas para que el crack no se oiga.
en mi caso, oigo el crack de vez en cuando.
y cuando lo oigo, cuando oigo el crack, significa que la tensión ha respirado —no se ha ido—, que lo que sea que se iba acumulando ahí, se liberó, alcanzó el silencio, puso fin a esa rigidez recurrente y aparentemente, todo me volvió a encajar.
hasta que otro nervio u otro hueso, ligamento, tendón, qué se yo, se hinchó o se deshinchó por —probablemente— algún movimiento fuera de la velocidad normal de mis pensamientos.
también se le conoce como estrés, sobre pensar, melodrama.
pero hoy no quiero hablar sobre mis dramas internos. no, eso se lo dejo a mi diario.
hoy quiero hablar sobre la frustración que nosotros mismos creamos cuando nos salimos de nuestros propios márgenes mentales.
uh, intenso.
y sobre el costo que conlleva idealizarse a uno mismo. sobre eso también quiero hablar.
diría que en estos últimos años, como mencioné, me he vuelto rígida —más allá de lo que sucede en mi cuello—, me he vuelto seria —sin darme cuenta en el momento— y me he vuelto dura.
dura en el sentido de exigente. más que nadie que conmigo misma.
me encontré en medio de una carrera en la que las únicas compitiendo eran mi yo de ahora y mi yo inventada.
sí, me inventé, inventé una imagen, una noción de quién soy, una serie de etiquetas inquebrantables; y cuidadito rompas alguna ah, que se viene un aluvión de desilusiones.
esa persona que solo existía en mi imaginario era una mujer que en lo más profundo de mi subconsciente, yo admiraba.
admiraba su fuerza interna, esa resiliencia para seguir, la disciplina que mantenía, la capacidad para crear su vida a la par con sus deseos. ella vivía con una rapidez que yo jamás podía alcanzar.
sentía una necesidad por complacer esa imagen. mi cabeza me ayudaba, me alentaba a no parar, a darme cuenta de que cada vez estaba más cerca, que si corría sin descanso alguno, tal vez, solo tal vez, podía topármela por unos segundos.
antes de que ella vuelva a llevarme unos cuantos kilómetros de distancia otra vez.
sí, la admiraba porque ella era imparable, quería más, siempre más. quería comerse el mundo sin tener que cruzar caminos con una sola persona si eso significaba demorarse en llegar.
ha sido agotador querer ser ella todo el tiempo. agotador y frustrante.
digamos que choqué con un poste en medio de la carrera —y gracias a dios choqué— que me botó al pasto y me hizo parar en seco cualquier movimiento tanto físico como mental.
ahí sentada, empecé a hacer preguntas, muchas, acerca de la relación que tenía conmigo misma.
¿cuál es tu base, tu fundamento?
¿cómo has construido tu sistema de valores?
¿cuáles son esos valores?
¿en qué crees?
¿cómo mides tu crecimiento?
¿qué priorizas más en esta etapa de tu vida?
¿cómo te priorizas a ti?
¿cómo te valoras?
la lista sigue.
a mí siempre me ha gustado escoger tres.
tres valores con los que regir mi vida, mis decisiones, mi actitud, mis hábitos, y para ser honesta, siempre los he tenido muy claros.
libertad de expresión. sinceridad. consciente de uno mismo.
así que indagué un poco más.
¿qué tanta libertad tengo ahora en mi vida?
¿qué tan sincera soy?
¿qué tan consciente?
lo primero que pensé fue: ¿cómo se sentiría la camila inventada si me viera ahora mismo: cómo y para quién estoy viviendo, qué tanto espacio me estoy dando; cómo me expreso, actúo, pienso?
eso fue lo primero.
¿cómo me vería a través de los ojos de alguien que aún no existe más allá que en mi imaginario? ¿por qué esa versión de mí tiene más peso que la del presente? ¿por qué no me doy el permiso de pensar bajo el estándar de quien soy hoy? ¿cómo me siento con mi trayectoria hasta este punto, con la persona que soy hoy día?
[¿a quién le importa cómo piensa un personaje si la persona viendo la película no la está disfrutando?]
y no me mal entiendan, yo soy partidaria de siempre continuar, evolucionar, tener, sí, cierta idea acerca de la persona que queremos ser, en quien nos queremos convertir.
sin embargo, existe un punto en el que eso ya no es sano. cuando esa idea se convierte en obsesión; cuando la autocrítica aparece solo por salirnos de la rutina o cometer un error; cuando empezamos a sentir culpa por disfrutar o sentir placer, perdemos la estabilidad, le quitamos significado a las experiencias.
¿por qué?
porque no estamos viviendo el curso natural del presente, estamos metidos/as en una ilusión de cómo debería ser el mundo y nosotros dentro de él.
para ese entonces, seguía en el pasto, sumergida en este cruce de voces mentales. decidí echarme, rozar mi espalda llenecita de sudor con el verde helado, me picó. el cielo estaba despejado. bueno, solo si miraba hacia la izquierda, y repleto de nubes grises si volteaba hacia la derecha.
qué chistoso, pensé.
como en el cielo pueden coexistir ambas versiones de un día. como las nubes grises son pasajeras y probablemente, en una hora ya no estarán. como todo —absolutamente todo— tiene un final.
incluyéndonos.
levanto el rostro para fijarme qué tan lejos se encuentra la camila inventada, y no hay ni rastros.
tal vez es mejor así, me vuelvo a recostar. tal vez no tenerla tan cerca me permita observar el paso de las nubes con más calma, con más presencia. tal vez ella también esté más tranquila sabiendo que no hay nadie vigilándola, nadie está pendiente de qué tan rápido va o de cómo se mueven sus piernas.
quién sabe si decide empezar a caminar en algún punto.
quién sabe si cambia de caminos, ritmos, zapatos.
quien sabe si le dan ganas de echarse un segundo, solo un segundo, al pasto, estirar las piernas, limpiarse el sudor y mirar al cielo.
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salud por las preguntas reveladoras, los márgenes rotos y nuestra trayectoria.
gracias por estar acá y querer ser parte de esta hermosa comunidad.
te quiere mucho,
cami.
Romantizar la vida es uno de los consejos más escuchados en redes hoy, para estudiar, para hacer ejercicio, para vivir, y al final del día es sólo una invención más que creamos para no estar en el presente y afrontarnos a nuestros errores. Nunca me sirvió este consejo jsjs