el otro día escuché una entrevista entre Oprah y Paulo Coelho. no sé de qué año habrá sido, hablaban de su libro El Alquimista, seguro que han oído de él. ese fue el libro que causó un fenómeno mundial, uno tan grande que ni el mismo Paulo se lo podía creer. incluso Oprah le preguntó: ¿cómo hiciste para escribir El Alquimista en dos semanas? fueron dos semanas ¿no? y la magnífica respuesta de Paulo fue: es que yo no lo escribí Oprah, fue Dios.
¿acaso no es una respuesta magnífica e inspiradora en su totalidad? ¿acaso no lo es? me maravilló, me dejó pensando por horas, se lo conté a mi mamá, a mi hermana, a mi abuelo. ¡escúchenla, escuchen la entrevista! es que cuando yo me fascino con algo, tengo que compartirlo, quiero compartirlo, quiero que el resto sienta lo que yo sentí, y casi siempre es algo bueno, o al menos, lo intento.
¿cómo así fue Dios? me hubiera gustado preguntarle. ¿cómo distingues a Dios en ti? y no me refiero a ningún Dios religioso, estoy segura que él tampoco, sino al Todo, a la fuerza superior que engloba al universo, a esa divinidad inexplicable; ese Todo que, a la vez, viene a ser la energía de la vida, y a la vez, vive en cada uno de nosotros. sí, no sé tú, pero yo lo puedo sentir, yo siento cada vez que Dios se manifiesta a través de personas, lugares, señales y quiere hablarme, quiere mostrarme el camino de la manera más provechosa, es decir, de la manera que más le sirva a mi espíritu. ¡así se crece interiormente! abriéndonos a los retos que Dios elige para nosotros.
he sido tolerante con mis retos, y escojo la palabra tolerante porque muchos no me han gustado, no, para nada. muchos de mis retos me han dolido, me han hecho cuestionarme las creencias que estaba construyendo sobre quién soy y, lo más importante, quién quiero ser.
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