Este fue un escrito de hace más de un año y dice así:
Hoy tuve mi día libre, o como yo lo llamo, un domingo de autocuidado. Es curioso cómo me levanté antes de que sonara la alarma, a pesar de no haber dormido mis ocho horas completas. Salté sin mucha queja, sueño o prisa por cumplir con mi lista de cosas por hacer.
Esa lista empezaba con una pequeña meditación de cinco minutos, sí, solo cinco, puede parecer poco, pero créanme cuando les digo que, para mí, cinco minutos apenas me levanto parecen dos horas gordas y pesadas. Agarro el teléfono, entro a youtube y desde antes de buscar, ya sé qué video quiero poner y qué afirmaciones quiero escuchar. necesito una meditación guiada, necesito escuchar la voz de alguien más diciéndome qué hacer, qué pensar, no quiero utilizar mi mente aún, probablemente me hablará sobre todo lo que no llegué a escribir ayer, y sí, efectivamente, intenta hacerlo mientras medito.
Yes, it’s gonna be a wonderful day y sí, digo, yes, i’m worthy of all goodness and abundance y yes, la voz de esta asiática es demasiado pacífica y suave, me hace querer dormirme ahora mismo, y deep breathe, mmmmmm, exhale with an open mouth y no, no quiero abrir mi boca porque me entran gases y he tenido muchos gases estos días, seguro es porque estoy comiendo muy tarde después del trabajo. Ay, cómo me malogra el estómago comer tarde, sino fuera porque vivo treinta minutos lejos del trabajo, no me dolería la barriga por todos los gases que tengo, o bueno, sí porque igual salgo a las once, y ¿por qué me hacen quedarme hasta las once si solo debo quedarme hasta las nueve? Mmmmm, exhale one last time y mmmmm, you’re ready to start the day with a bright mindset.
Sí, yes, sí, me perdí la última parte de la meditación y eso juega en mi contra, damn, le seguí el juego a mi cabeza cuando debía estar prestando atención a la asiática. Abrí los ojos, me levanté de la cama, fui al baño, hablé con mi madre, le pregunté cómo estaba, me contestó que bien, le conté que era mi día libre y que tenía planeado hacer esto y aquello, y te amo, madre, te extraño. Bajé a la cocina, me hice panqueques de plátano y proteína de calabaza, una jo-ya, colgué el teléfono, subí, hice treinta minutos de ejercicios en mi cuarto, Dios, lo que me costó, pero bueno, lo hice. Me di una ducha, agarré mi bolso, y salí de la casa. No sabía a dónde, solo quería irme a escribir y comer. ¿No les suena un pla-na-so? ¿o pla-na-zo? Caminé la misma ruta que tomo al trabajo, no sé porqué hice eso, no es divertido, llegué a Muddy’s Café, un lugar al que siempre he querido ir desde que me mudé y comí una ensalada de halloumi con pollo. Adivinen quien dejó de ser vegetariana o pescetariana o lo que sea, sí, ya saben, saqué mi libreta, la crema que me regaló Claudia y me encanta, destapé mi lapicero y escribí.
Daba un bocado de espinacas con dátiles y halloumi y escribía con la misma vista que me recibió esta ciudad el día que llegué, la misma, con los morros verdes, el agua, las bancas frente a mí. No sé cómo describir ese momento y creo que de eso se va a tratar este escrito. El segundo en que uno se sienta, con lapicero en mano; la tinta, la gota, la hoja, volviéndose una; la palabra formándose, la que viene en espera, el pensamiento queriendo ser una descarga rebozada de sentido, el tiempo intacto. No me he movido, mis dedos están pensando. ¿Cómo estoy? ¿Cómo estoy de verdad? Empiezo, la pregunta tiene que ser sencilla, sino, no se puede empezar, no se puede escribir queriendo sonar inteligente o queriendo integrar alguna lección antes de observarla. Escribo, me pongo audífonos, escucho ruido blanco, excelente, escribo, siento como mi pecho se agranda y se achica, se agranda, para, y se achica, escucho a mis latidos en la garganta, en mi índice, en mi pulgar. ¿Qué es esto que siento? Me contradice mi mente, me dice que todo está bien, ¿pero qué es esto? Lo siento, machacado, hecho bola, un tremendo asco, un dolor de estómago. ¿Cómo que bien? Y yes, it’s gonna be a wonderful day, escucho a la asiática, pero aún no estoy ahí, no, mi mente quiere estar bien, pero aún no he llegado, aún no lo he escrito.
De eso se trata: del proceso, de la experiencia al escribir, de la transformación interna de una escritora mientras descifra sus palabras desde una honestidad absurda. ¿Y de qué va el proceso? De palpar un caos mental y convertirlo en orden en la hoja, convertirlo en una amistad, en una conversación. Cuando el caos llega, salto, salto altísimo, siento que floto, no estoy en mi asiento, estoy en una nube hecha de letras de colores que no entiendo nada; el caos llega y tengo que descifrarlo, quiero hacerlo, pero para eso, primero hay que escribir el caos.
Escríbelo, eso, eso que te molesta y te jode hasta los tobillos y nadie puede entender, escríbelo, sin juicio alguno, sin temor a fallar, sin temor a perder un recuerdo importante, sin temor a descubrir las verdades porque las verdades duelen y a veces huimos de ellas. Escribe el caos de una manera tan clara y a tanto detalle que te confunda su significado. ¿Qué era un caos? ¿Esto, esto que escribo es un caos? Y las palabras se mezclan y el orden aparece por sí solo o por nosotros, sí, por nosotros. Ve detrás del caos, persíguelo, enfréntalo, desmenúzalo como un pollo y devóralo. ¿Acaso no eres tú quién le dio el nombre de caos? ¿Viste? ¿Viste que nada es tan terrible en el papel? Llámalo, llama al caos y hazle la pregunta, puff, ya no existe, no hay respuesta. Todo se trata de la per-cep-ción.
Para poder cambiarla y conseguir las palabras correctas, primero sucede todo lo opuesto. No intentes cambiar al caos, déjalo ser un caos. El acto de escribir te obliga, de una u otra forma, a ver las respuestas, pero solo si continúas moviéndote. Jamás llegarás a ellas si decides marcharte en medio de la carrera. Hay que atravesar el caos para llegar al orden. Al final, me gusta pensar que son lo mismo. Hay dos maneras distintas de mirarlo, pero estamos acostumbrados a mirarlo desde el lado erróneo.
La transformación interna sucede en ese momento. Cuando escuchas el eureka por dentro, cuando sientes el alivio, cuando, no sé, echas una lágrima y lo entiendes, entiendes todo.
¡Encontraste las palabras!
¿Y viste? Siempre las tuviste dentro.
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Eso es todo Afinados. Tenía este escrito guardado del 2023 y conecté mucho con él. Me sentí entendida por esa version pasada mía y sentí la necesidad de compartirlo. Especialmente si en este momento de tu vida estás experimentando resistencia o pesadez hacia la escritura, hazlo, escribe. Lee mis palabras otra vez. Escribe. Nada es tan terrible.
Gracias por leer y por estar. Nunca me tomo por sentado que me regalen su tiempo y atención. Gracias desde lo más profundo de mi corazón.
Les mando mucho amor y energía creadora,
C.

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Probablemente me encuentres en Instagram subiendo contenido valioso de escritura. Nos vemos por ahí :)