ahora uso gafas, unas de montura metálica, color oro rosa y cuadradas, no, semicuadradas; su forma encaja con la forma de mi cara, congenian, se adaptan, el espejo aprueba. me miro y no me siento yo, aún no me siento yo, soy yo con gafas, soy yo mirando el mundo a través de un filtro con HD. la que mira el mundo sí soy yo, la que se observa al espejo, no. será cuestión de tiempo, pienso. se me es curioso el proceso de adaptación a un nuevo objeto en mí misma, intentar verme con los mismos ojos a pesar de estar viendo a alguien distinta: soy yo con gafas.
levanto la cabeza, al entrevero de árboles gigantes, gigantísimos, y realmente todo brilla, todo es nítido, claro, la vida se ve clara con gafas. hace unas semanas un extraño me dijo —cuando no estaba usando lentes—:
E: creo que necesitas gafas.
Y: sí, uso…
E: ¿no ves de lejos o cerca?
Y: lejos.
E: eso es porque te estás aferrando al pasado y no quieres ver un futuro.
me sorprendió que haya usado la palabra querer, me sorprendió que me haya dicho todo eso en primer lugar, un completo extraño que caminaba por la calle frente a la tienda donde trabajo. me hizo pensar en contra de mi voluntad. no quería pensar en eso mientras trabajo, gracias extraño. aunque muchas veces tengo pensamientos prohibidos en lugares donde no los debería estar teniendo. no sé si la palabra es prohibidos, ¿profundos? ¿erróneos al lugar?
ahora uso gafas, veo el mundo a un color muy vívido, potenciado, veo un mundo potenciado por detalles, hasta a mí misma. me veo detallada frente al espejo, tal vez por eso no me reconozco, en algunos momentos, solo, sé, sé quién soy, sabía, a veces dudo, en soledad brutal; le dije a mi abuelo que no me siento sola, pero que la soledad dejó sus restos en mí. lo que siento son sobras momentáneas, no sé qué hacer con las sobras, es una sensación muy invisible, muy fugaz, apenas la distingo y cuando lo hago, me desconozco.
me desconozco cuando se me regala tiempo libre y no lo aprovecho, cuando me sale un llanto desconsolado a mitad de la madrugada, cuando pienso en mi infancia y aún duele, ese nivel de dolor es algo que no comprendo, algo que no había vivido antes y me pregunto por qué ahora. me desconozco al pensar y no hacer, al saber y no actuar, al repetir días sin saber cómo diferenciarlos, yo sabía, yo sabía cómo. desconocerme es observarme, observar el detalle que existe en mi movimiento —o su falta de— cuando no quiero hacerlo, cuando me avergüenzo de esta persona, no lo puedo ni decir, de mí, sí, de mí. porque no hay nada más humillante que no cumplir con mis propios estándares ni mis propias promesas y tal vez esté siendo muy dura, pero nunca lo soy y a veces lo necesito.
viví un proceso que yo llamo: familiarizarme conmigo misma. tuve que desconocerme para conocerme otra vez, hasta a mis propios monstruos colgados en esos árboles, altos, feroces, quietos pero presentes, deseando ser vistos, reconocidos; me obligué a regresar por ellos, a convivir con el silencio doloroso de aceptar una verdad profunda y personal sobre una misma.
últimamente no me he sentido yo. tal vez no tenga nada que ver con las gafas, y solo soy una mujer transformándose. no pensé que la transformación sería tan dolorosa como lo está siendo. me veo distinta porque me siento distinta. sé que la naturaleza de la vida es el cambio y sí, me siento tan cambiante, a veces pienso que he perdido fuerza, y luego pienso que la estoy ganando. es todo un entrevero, como los árboles, como la mariposa que primero fue oruga y tuvo que arrastrarse para volar, se transformó a su ritmo, feamente y digna. aún me arrastro, soy oruga sobre el árbol, leyendo entre mis pasos, cargando con el peso de mis supuestas fallas, me vuelvo lenta, paro un rato, no me pierdo de vista ni por un segundo; si me llego a perder, me tardaré más. ser oruga me duele y no debería, más bien me siento una oruga con alas, las uso de vez en cuando, soy un entrevero, mi propio experimento.
solo soy una mujer transformándose, jugando a ser lista, y ciega cuando me conviene. las gafas son un accesorio más, otra mentira, me veo guapa, eso sí. no quiero verme transformándome, quiero verme transformada y eso no se puede. me tengo que desconocer, al menos por un momento. desconocerme para conocerme otra vez. ¿cómo si no? ¿cómo continuar sin darme la oportunidad de volar?
nadie nace mariposa.
y la verdad no sé si quiera serlo, solo quiero volar.
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ahí vengo arrastrándome.
mua,
cami.